Se va el 2016 y todo el mundo se prepara para hacer su análisis de que estuvo mejor o peor en sus vidas y/o en el mundo, se empiezan a hacer metas para cumplir los sueños y anhelos del año que viene. Yo no podía dejar de pasar este año sin contarles lo que lo mejor que me pasó este 2016: hacer mi Certificación para ser Instructora de Yoga. Y aunque tenía unas ideas de que podría esperarme, siempre vienen sus sorpresas porque si la mente pudiera predecir todo, esta vida sería muy aburrida. Aquí mi historia.
Desde que supe que me iba a mudar a Sri Lanka quise hacer el entrenamiento para ser instructora de yoga, era una oportunidad única en la vida poder vivir en Oriente y tan cerca de la fuente (India), debía aprovecharlo. Y aunque me fui adentrando más en la práctica de yoga, el primer año se me pasó rapidito, el año y un mes, el año y dos meses y llegué al año y cuatro meses viviendo en Sri Lanka y aún no había hecho el curso. Así que para el 2015 por estas fechas me planteé la meta de hacerlo para el 2016. Primero me documenté al respecto, precios, modalidades, lugares, etc. Encontré que los lugares más reconocidos para hacer el enteramiento son India, Indonesia (Bali), Tailandia (en las islas) y Estados Unidos (sobre todo California). Hay entrenamientos avalados internacionalmente por la Yoga Alliance de 200 horas y de 500 horas y por lo general son intensivos, tienes que pasar un mes para el de 200 horas y un par de meses para completar el de 500. Con toda esa información me sentía más cerca de hacerlo y lo dejé así unos meses hasta que llegó febrero del 2016. Mi contrato en USAID se venció y el proceso de renovación podría durar un mes. Y así mientras escuchaba esa explicación sentada en la oficina de mi jefe un chispa me llegó a mi mente y entendí que esa era mi oportunidad para ir a hacer el curso, me quedaban solo 6 meses en Sri Lanka y en Asia, por lo que en menos de tres días, encontré el curso, hable con mis jefes de que me iba del país por un mes mientras renovaban el contrato, reserve el ticket de avión, encontré que una amiga me prestara un bolso de mochilera, pagué el curso y me fui a Koh Phangan Tailandia, a la escuela Samma Karuna a hacer mi entrenamiento de 200 horas para ser Instructora de Yoga.
Sabía que me venía un mes intenso, la muestra de calendario así me lo anunciaba. Las clases eran de lunes a sábado de 7 am a 7 pm con dos descansos. Empezamos a las 7 de la mañana con una hora de Meditación Vipassana (si una hora entera), dos clases de yoga durante el día, una de dos horas y media y la otra de hora y media, y tres clases teóricas. Además el menú durante el mes seria Vegano, que era chistosamente lo que más me asustaba porque nunca había hecho una dieta siquiera vegetariana por tanto tiempo y lo de comer vegano hizo que hiperventilara por un ratito. Pero bueno eso no me iba a impedir ir, todo se había alineado para yo poder hacer el curso y me lancé. Mi vuelo fue Colombo-Bangkok-Koh Samui, de Koh Samui en ferry hasta Koh Phangan, la isla de la Luna Llena. Llegué al fin, luego tuve que andar en una moto por media hora, con mi equipaje en una carreta anexada a la moto. Llegué la hermosa escuela, frente al mar. Me registré me dieron mi cabaña con vista al mar y así el mes más intenso e impactante de mi vida había comenzado.